Disfruto al borde de los precipicios,
aprendí a caminar por cuerdas flojas,
traspaso, sin pudor, las líneas rojas
y quise conocer todos los vicios.
No tengo muchas cosas que ofrecerte,
ni una vida apacible para darte.
Tan sólo algún cachito “aislao” de arte
y unas extrañas ganas de quererte.
Un par de caries, quince mil mentiras,
mil sueños rotos que reconstruir,
un raro temblor cuando tú me miras,
una fijación por el verbo huir
y un pequeño plan, aún por urdir,
con las pocas migajas que me tiras.