Prendió el hilo de tus ojos malva
la comisura triste de mis dudas.
Me salvaste de mí, como quien salva,
al Maestro de uno de sus Judas.

Me bastó una mirada y dos sonrisas
para saber de facto tu pasado;
te ofrecí mi proyecto equivocado,
mis huellas adornando las cornisas.

Los versos del envés de tus pupilas
recitan de memoria mis anhelos
y van ordenando mis desvelos,

al tiempo que mis lágrimas destilas.
Has devuelto la vida al tiempo muerto
y vuelve a tener luz mi lado tuerto.

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