Aquella noche fui al cine junto con esos amigos que a veces confundo con recias columnas, por ser las que sujetan el templo donde habito.

Pero al cine he ido muchas veces, quizá muchos miles, para ser exacto.

Aquello era otra cosa.

Aquello lo llevábamos planeando desde muchas semanas atrás.

Y como las grandes citas, tras la espera, fuimos construyendo el deseo.

Sí. El deseo de escuchar al flaco del bombín, al otro lado de sus canciones.

De ver el reverso del que nacen sus versos. De descubrir los trucos de su magia.

Y como pasan las cosas que no tienen mucho sentido, pasó.

El corazón empezó a hervir como el agua de las cazuelas olvidadas.

Y fue así como la fascinación y las heridas emergieron a partes desiguales.

La herida, por tener 2 boletos recién comprados para un primer concierto cuando el ubetense no paró de repetir que los buenos eran los segundos.

Y la fascinación… por todo lo demás.

Y así fue como Aranoa nos lo fue sentando en la butaca, nos lo fue acercando, nos lo fue, entre rimas, arrimando.

Y así fue como la cinta… llegó a su fin y sí. Aplaudimos.

Aplaudimos, como hacen los niños cuando el alma se ha salido del plato, cuando devoraban el filme.

Y fue allí donde el hipotálamo, sintió una fina vergüenza, del espontaneo aplauso de tanto adulto.

Pero para entonces aquello era imparable. Y aquel aplauso se congeló en la foto de nuestra memoria.

Y allí, al salir de la oscura sala, en la que por 2 horas nos había invadido el Sol, fue donde me di cuenta, que ya se van, que poco a poco, se están yendo nuestros héroes.

Hacia tiempo, que sin saberlo, habíamos empezado esa carrera, donde nadie quiere correr.

Aquella donde caminamos a sus últimos conciertos.

Aquella carrera donde ya pasamos por la cima.

Aquella que comienza en la bajada, de la escalera que queremos subir, para tocar el cielo. Ese cielo que llevan años dibujándonos en forma de acordes.

Y quizá fue así, como me di cuenta, que hacía tiempo que había pasado el tiempo.

Que se están yendo nuestros héroes.

PD: Al día siguiente… no habían pasado 12 horas de haber escrito esto y casualmente, Pablo Milanés falleció.

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