A la primera  canción ya me habían devuelto el precio de la entrada. Como explicar que a las 8 de la tarde, ya habíamos resuelto si la historia completa de la civilización, había merecedio o no la pena.

Como explicar que a las 21:27 ya me estaba secando las lágrimas. Por el alcohol, pensarán algunos… no te estás enterando de nada., a aquellas tempranas horas, cuando lo que faltaba era todo lo demás pero el abismo ya había empezado, el único alcohol destilado que corría por mis venas… eran ellos.

Aquella embriaguez que te sumerje en el más profundo de los cielos, puede brotar de una cornada. Como aquella que me asestó aquel rinoceronte blanco (lobo estepario diría él), de piel gruesa y alma fina, que camina sobre el barro como el más grande de los reyes.

Y zas… primera cornada al alma: Cuando le conocí… le quería fostiar, me decía, ante la estruendosa carcajada de resto. Si veo a un bizcocho importado lo fostio. Pero me fue ganando, pero… que era verdad, que era verdad.

No aguanté.

No te puedo contar cuantas veces habíamos viajado ya a los confines de la tierra.

No te puedo explicar que aquella noche entendimos que se podía viajar a Granada y aterrizar en el centro de uno mimo, que se podía correr a los abismos y aún así… volver a mirarse a la cara y sonreír. 

No te puedo explicar que lo que ese viaje a uno mismo que nunca supo explicar, estaba luego escrito en un poema, en un poema que cantó, con esa enjundia con la que solo puede caminar quien ha habitado ese pozo.

Como explicar que el primero de los poemas no era un poema, era un desacato a la autoridad de los sentidos.

Presentación se llamaba. Nunca un título pudo despistar tanto estando tan claro. Eso fue…  Un semblante, un retrato, el dibujo de 5 almas que los pintores no sabrían dibujar. En los 3 minutos que duró la primera de las lecturas, ya habíamos asistido a menos mental de los documentales. Aquella noche, alguno cerró la puerta y la mente se había quedado fuera.

La chimenea parecía que quería recitar, entre tanto fuego.

Aquella noche, la casa más auténtica que he pasado, no era una casa. Era nuestro escenario.

Y la vida de los escenarios es mejor que la vida, porque no es la vida, dijo aquel. O quizá si.

Qué sé yo, como fuere sea… pero no me quiero acostumbrar. Es curioso que de tan real, aquello parecía ficción. De tan creíble, increíble.

Hubo tantas cosas que me habría gustado grabar… pero pensé, para qué, no lo ibas a entender.

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