Tal como lo cuento, pasó.
Como cualquier día, igual que haces tú, iba caminando por la calle sin prestarme atención y no sé muy bien por qué miré para atrás.
Y la vi a ella.
Llevaba todo el día detrás de mi y no la había visto ni un segundo.
En realidad llevaba siguiéndome toda la vida y toda la vida estuve negándole la parte de mis ojos que prestan su atención, hasta aquel día.
Se levantó del suelo, se puso de pié, a mi altura, y me miró. Estaba llorando.
Yo estaba tan desconcertado y fue todo tan rápido que no supe reaccionar. Quizá tenía que haberle dado un abrazo. ¿pero cómo se abraza una sombra?
Entonces… me empujó.
Tan fuerte que caí al suelo y al caer me esfumé como se esfuma una nube que choca en otra, como las miradas que tropiezan en las espaldas que no se giran. Y así, me fundí en el suelo que antes pisaba.
Desde aquella mañana es mi sombra quién camina, quien ríe, quién se enamora de mi mujer y abraza a mis amigos.
Desde aquel día todos los que me quisieron no saben que cada día que la ven, que la abrazan, que la besan, es a mi a quien pisan.
Ya nunca me ven llorar, ya nunca me ven mirarles desde ese suelo que ignoran.
No me ven morir mientras me matan, como matan los que aman en silencio, como si los demás ya lo supieran.
